Por Cristóbal Baquero Delcán
Minuto 8 de la primera parte, Sergio León se cruza delante de Eder Militao en una perfecta maniobra de delantero, provocando la falta que dio lugar a la expulsión del defensa brasileño. ¿Discutible? Sí. ¿Definitivo? No debería para un equipo como el Real Madrid en un partido que disputa en casa contra el Levante, y menos aún, si 3 minutos después, en una contra vertiginosamente elaborada, Asensio marca el 1-0 tras un pase exquisitamente dibujado por el exterior del pie de Toni Kroos.
Paradójicamente esto no se tradujo en serenidad y control, todo lo contrario. El Madrid se arropó en el balcón del área de Courtois sin que la defensa volviera a asomarse por zonas de ataque, salvo alguna incursión, más alocada que efectiva, de Odriozola, que sigue desaprovechando cada oportunidad que se le concede. El despliegue solo era cosa de centrocampistas y delanteros, sin que en ningún caso la defensa achicara el campo en ataque para así evitar los enormes desplazamientos de aquellos en el repliegue defensivo.
A esto sumamos una nula intensidad defensiva (no confundamos intensidad con heroicidades individuales), desplazamientos laterales lentos para corregir posiciones y un absoluto desinterés en anticipar acciones defensivas a la hora de encimar al contrario. ¿Consecuencia? Equipo partido, distancias enormes para los centrocampistas y delanteros, derroche de energía, cansancio y posibilidad de posesión y espacios para el Levante que se traducen en un estado anímico favorable, lo que conlleva mayor seguridad y atrevimiento.
¿Es un hecho puntual? No. Es reiterativo y, por tanto, sintomático.
Analizando el equipo en distintos partidos antes de la vuelta de Zidane, la conclusión era la misma, no era el entrenador adecuado para esta situación. Tengo que reconocer que los partidos disputados tras el confinamiento, que le hicieron conquistar el campeonato, me confundieron, llevándome a pensar que una valiente gestión de la plantilla era suficiente para conseguir éxitos con este entrenador, suficiente para competir campeonatos que premian la regularidad. Solo era un espejismo pasajero.
El equipo
carece y carecía de automatismos y mecanismos necesarios para que el talento surja en los espacios y tiempos adecuados. Es urgente ser más productivos y efectivos. Hay que correr mejor. Esto se consigue con trabajo posicional. Mucho trabajo, y los continuos altibajos del equipo evidencian lo contrario, una plantilla poco trabajada. Urge reconducir esta dinámica, con este entrenador o con otro. Con estos jugadores o con otros. No se puede depender continuamente del talento de tus jugadores, tienes que sumarte a ellos.
El trabajo de un entrenador se evalúa por sacarle el máximo nivel a sus jugadores y es evidente que esto no pasa. El club, junto con el cuerpo técnico tienen que analizarlo y ver dónde está el motivo, en el método o en los jugadores.
…Y sí. Había alternativas para estructurar el equipo en este partido después de la expulsión, sin realizar ninguna sustitución. Varias. Por ejemplo, reconvertir la defensa en una línea de 3, con Varane, Mendy y Odriozola. 4 centrocampistas y Benzema y Hazard arriba. Pierdes la profundidad de los laterales, peros estás con uno menos y tienes que tomar decisiones. Tiras el equipo arriba, aumentas el centro del campo con un hombre más para ganar en posesión y realizas una presión alta tras perdida. Con la defensa en el centro del campo concedes metros a tu espalda, pero los tres son rápidos y pueden compensarlo.
Achicas el campo, ahorras metros de fatiga, te evitas sustos y no pierdes potencial teniendo en cuenta la calidad de la plantilla. En definitiva, ayudas a tu equipo y evitas la sensación permanente de estar a expensas de la motivación puntual de tus jugadores que pocas veces encuentran en el campeonato doméstico.
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