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Hasta siempre Maestro

Publicado por : elmorante.es a : miércoles, 1 de mayo de 2019 0 comentarios
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Casi siempre pensamos en la figura del maestro, como la persona que enseña en la escuela las asignaturas correspondientes para completar la formación de su alumnado. Sin embargo, hay algunos que van más allá, y con el paso del tiempo, te das cuenta que han sido como una fuente de sabiduría mucho mayor que la que venía en los temarios de los libros de clase. Yo pertenezco a la quinta del 79 de Calañas, siendo uno de aquellos afortunados a los que Don Juan Manuel Serrano nos acogió como un “segundo padre” más que como tutor, desde primer curso hasta octavo. Era una definición que recuerdo que una vez empleó en clase, debido a que en parte muchos pasábamos más tiempo con él que con nuestros padres.

Con él hicimos las primeras melodías con una flauta, los primeros poemas, los primeros cuadros de acuarela, los primeros teatros, los primeros conciertos… Sin embargo, creo que la diferencia en su manera de enseñar residía en que no pretendía que lo hiciéramos solo por seguir el patrón de una simple ecuación. Cualquiera puede escribir un soneto guiándose por las reglas de las sílabas y rimas, pero no todos pueden convertirlo en un poema que te acaricie el alma. Y eso es lo que le hacía tan especial, conocía la formación para mostrarnos el arte por primera vez cara a cara, pero no lo hacía como un profesor, sino como un verdadero genio. Nos enseñó que sentir era la mejor manera de aprender, y que fuera el alma el dictara las reglas de la mente.

Eran los últimos años de la E.G.B., en aquellos tiempos donde el profesor podía lanzarte una tiza a la cabeza o tirarte de las patillas, y luego en casa tu padre podía rematar la faena si se enteraba del motivo por el cual te habías ganado tan merecido castigo. Sin embargo, y a pesar de que no esté precisamente a favor de estos métodos, ya que al igual que a mis compañeros a ninguno nos hacía precisamente la mínima gracia, doy las gracias por todos aquellos “benditos coscorrones”, que se traducían en la búsqueda de un respeto y valores del que hoy muchas aulas han quedado huérfanas.

Podía limitarse a coger una obra de teatro famosa para que nos la aprendiéramos, o ponernos a hacer playback con una canción en aquellas actuaciones de fin de curso de la escuela, que entonces eran un verdadero acontecimiento. Pero él nos convertía en los protagonistas de su océano imaginario, creando sainetes cargados de simbología, y guardando siempre un mensaje que a veces se camuflaba entre las carcajadas.

Fue en esas aulas donde resucitó también el Carnaval para Calañas, plantando una semilla que dio lugar a un árbol cargado de frutos, y que cada febrero florecen en su nombre. Donde hablaba con muchos de nosotros a solas, para darnos esos consejos que nos hicieron hombres cuando éramos niños, y que a su vez consistían en no perder nunca del todo la niñez.

Cuando alguien dedica tanto esfuerzo y sentimiento a las actividades extraescolares, es cuando se demuestran las profesiones de vocación, porque Don Juan Manuel no era un profesor enseñándonos arte, era un artista mostrándonos su obra maestra, inspirada en sus alumnos, en su gente, en su pueblo...

Un poeta enamorado de nuestra esencia, cuyo legado seguirá vivo siempre, ya que un día dejó de ser suyo, para formar parte de dicha esencia.
 Por eso, aunque esta mañana nuestro Maestro nos haya dejado, su escuela sigue latente, no solo en aquellos que canten o reciten sus versos y coplas, sino en todos los que pongan en práctica su mayor enseñanza… aprender del corazón.

Firmado:
Uno de tus "segundos hijos".

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