Por Ramón Llanes.
Huele el mar a patria suelta,
a escondite de osadía,
a esa insana Paz que cuelga
sus miserias cada día
en la voz que desatenta
ordena desarmonía
y van las luces discretas
comiéndose la alegría
que el hambre en la mesa deja
y el hambre a la suerte fía.
Huele a podrido, apesta
a olor de basura fría,
a deshonor y a tormenta,
a insulto al pobre, diría,
a maldición que se inventa
quien a la Paz desafía
y pone sobre la hierba
la felicidad tardía
que a la Paz dolida queda
porque no es la Paz pedida.
Huele mal, huele a guerra,
huele mucho a sangre fría,
huele a falsedad perversa,
a esa malvada ironía
de creer que Paz es paciencia
o es la Paz una utopía,
huele a daño en las conciencias
y a consecuencia dolida
y huele mal eso que piensan
quienes al terror se alían.
Ha de oler de otra manera,
a corazón, a fantasía,
a órdagos que no frenan
la Paz en su escorrentía,
oler a limpio, a primavera
con lluvia, a valentía,
tiene que oler a candela
que queme las fechorías,
oler a nuevo, a quimera,
a Paz, a igualdad, a vida.
No hay comentarios: