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¿Militantes o Votantes?

Publicado por : elmorante.es a : domingo, 2 de octubre de 2016 0 comentarios
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Por Carmelo Herro Hidalgo

El análisis de la situación por la que atraviesa actualmente el PSOE ofrecería, desde mi visión del problema, diversas vertientes y puntos de vista a la hora de poder ofrecer un diagnóstico y posibles soluciones al conflicto que tiene actualmente planteado y que ocupa páginas de prensa, telenoticias y debates en redes sociales. Así, podríamos hablar de la crisis de la socialdemocracia en Europa; de la influencia de la crisis económica mundial y, como no, de la aparición en media Europa de las nuevas fuerzas radicales de izquierda (PODEMOS en España). Pero, como indica el título de esta pequeña reflexión, no debemos dejar al margen la dicotomía que se produce en el día a día de la familia socialista al tener que elegir a veces entre su militancia y sus votantes.

Sin duda, está muy bien y es además necesario que en cualquier partido que se precie, se pueda contar con un buen número de militantes pues ello, además de una firme base económica y social, supone un apoyo constante para sus cuadros a la vez que un positivo y permanente contacto con el resto de los ciudadanos, algo que creo imprescindible en cualquier partido moderno y democrático.

Dicho lo anterior y reconocida su capital importancia, no podemos olvidar que la esencia, fundamento y el fin último de cualquier partido político es la consecución del poder y para ello, indefectiblemente, deberá contar también con los votantes, pues resulta patente que solo con el voto de sus militantes nunca conseguiría gobernar.

Con ambos soportes establecidos –militantes y votantes- entiendo que el líder de un partido, si quiere mantener fuertes y firmes ambos pilares, tendrá que saber cómo nadar y guardar la ropa a la hora de la toma de decisiones, explicando -eso sí- a unos, el por qué hay que adaptarse a las nuevas situaciones y, a los otros, el por qué hay que plantarse en otras. Y si lo consigue tendrá como premio que tanto militantes como votantes le seguirán.



Baste mirar hacia atrás, apenas 40 años, para ver en nuestros anteriores gobernantes y dirigentes, importantes –yo diría decisivas- renuncias a sus principios ideológicos y credos políticos –siempre demasiado rígidos- en favor de una realidad por naturaleza más flexible y cambiante. Me refiero a Santiago Carrillo cuando asume la monarquía parlamentaria; al Sr. Suárez legalizando a su vez al PCE y a Felipe González abandonando el marxismo y abrazando la socialdemocracia. Ellos nos demostraron que, a veces, “traicionar” a sus bases sin dejar de argumentar las razones que les impulsaron a tomar tan graves decisiones –que siempre las hay-, no quiere decir que pierdan ni su confianza ni la de sus votantes. Es por ello, que no puedo “comprar” el reiterado mantra de que ¿es que alguien piensa que el votante/militante socialista nos ha dado su confianza para que gobierne el PP?. Mi respuesta no puede ser otra: ¿es que alguien piensa que a los Sres. Carrillo, Suárez y González les votaron para que hicieran lo que hemos reseñado?. Lo que ocurre a veces es que esa realidad, siempre ondulante y flexible, obliga al buen dirigente político a tomar medidas que en esos momento concretos de la realidad política y social deben sobreponerse a la siempre rígida y encorsetada ideología.

Dicen los “sanchistas”: “este partido es de los militantes” y “siempre apostaremos por la democracia interna”. Aunque no soy partidario de las corrientes patrimonialistas, pues creo que el partido es no solo de los militantes, sino también de sus simpatizantes y votantes y, si se me apura, también un poco de todos los ciudadanos que con nuestros impuestos ayudamos a sostenerlo, debo reconocer que es loable la existencia de mecanismos que garanticen esa transparencia y funcionamiento democrático, pero debo decir que dicha cuestión en absoluto debe ser incompatible con el cuidado y atención que exige el otro de los pilares: los votantes, pues de lo contrario podría llegarse al absurdo de que al PSOE solo le votarían sus militantes, lo cual indefectiblemente les impediría en un futuro lograr su principal objetivo: el poder mediante el triunfo en unas elecciones libres y democráticas.

Parece evidente que los votantes socialistas han abandonado en gran número a este partido y ello, entre otros motivos, porque ya no se reconocen en él. Un mínimo de autocrítica debería hacer saber a sus dirigentes que algo estarán haciendo mal a tenor de los últimos y reiterados malos resultados electorales que están obteniendo. Ya he señalado anteriormente unas causas que, aunque bastantes generales, sin duda han tenido una influencia decisiva en esos malos resultados, pero no puede obviarse que actuaciones de dicho partido en contra de lo que siempre han sido sus naturales señas de identidad también han tenido capital importancia en tales resultados. Me refiero a su coqueteo con las ideas nacionalistas y también con los grupos de extrema izquierda (Podemos). A unos y a otros no se les gana con el “buenismo”, ni con la condescendencia que históricamente este país ha tenido para con ellos (nacionalistas), ni mucho menos formando gobierno juntos o con su apoyo (Podemos); se les vence confrontando ideas, demostrando que no se puede volver al siglo pasado y acreditando que la demagogia y la falacia política –incluyendo el vergonzoso intento de modificar la historia- al igual que la mentira tiene las patas muy cortas. Naturalmente quiero hacer constar que estas críticas y razonamientos van dirigidas igualmente para el otro gran partido: el Partido Popular.

Sinceramente creo que la socialdemocracia que siempre ha defendido la mayoría de dirigentes del PSOE aún tiene muchas y buenas ideas que aportar a nuestro mercado político, pero siempre que sus dirigentes no se dejen llevar por falsos cantos de sirenas populistas o por el fugaz brillo montaraz de los nacionalistas. Que busquen en el ejemplo no tan lejano de sus mayores a la hora de tomar decisiones importantes por muy difícil y dolorosas que en un principio les puedan parecer.

En cualquier caso, a la hora de tomar este tipo de decisiones deberán tener en cuenta siempre que por encima de intereses personales o de partido deben prevalecer los intereses de los ciudadanos y los de este maltrecho país que llamamos España. Lo contrario sería un engaño para toda la sociedad y, seguramente, el final tanto del mal dirigente como del partido que le sustenta.

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