Por Juan José García
Comienzo a percibir los primeros sonidos de una nueva Feria que está a punto de comenzar, y no puedo evitar invocar a mi mente aquellas grandes Ferias, que marcaron mi vida y la de muchos calañeses.
No hay nada comparable a la ilusión de un niño acercándose a ella. Recuerdo salir de la calle el Pozo, escuchando a lo lejos ese incomodo ruido fusionado de las casetas, tómbolas y atracciones, pero que entonces a mi, como a todos los niños, nos parecía al ruido más hermoso del mundo. El cual se intensificaba a la par que la emoción a medida que, aun de manos de mis padres, me acercaba a ese paraíso de luz en el Real, que solo se presentaba una vez al año. Aunque claro está que cuando eres niño, los años duran mucho más de 365 días.
Pasa el tiempo y llega esa Feria que se divide entre imitar lo que hacen los mayores, o alternarlo con viajes en los coches de tope, para montar a esa chica que te gustaba, o curiosamente para chocar contra ella, como un ensayo prematuro de las relaciones Amor / Odio.
No hay una estadística, pero me atrevería a firmar que la Feria es la fiesta en Calañas en la que más veces hemos besado a alguien por primera vez. Las vacaciones, el verano, la Diana, el aguardiente, las visitas de gente de otras ciudades que se incorporaban a tu peña, y se revalorizaban frente a las que estaban todo el año. Había muchos factores a favor, y quizás el más importante era que había más gente.
Diana de Feria en Calañas |
Quien recuerda el ambiente del que gozaba el “Cine de Verano”, recuerda a más de quinientos jóvenes cada día, solo en ese lugar. Yo lo viví aun de niño jugando a ser mayor, y de hecho pagar solo las quinientas pesetas que valía la entrada me suponía ya renunciar a casi a todo lo demás, pero merecía la pena, porque los recuerdos que obtuve a cambio me fueron entregados a largo plazo. Aun puedo “ver” la famosa balada de “Aerosmith” con la que cerraron allí una mañana de Feria, creo que del 94, en aquellos tiempos en que la música no sonaba como si todo fuera la misma canción.
Yo viví la Feria del Cine de Verano, la de la mítica Caseta “Jabaliego” o la Carpa de Ramón. Una Feria que comenzaba temprano para intentar el milagro de coger asiento en la terraza del “Novedades”, ir al Real pasando por la dulce oscuridad de esa fábrica de “primeros besos”, llamado Paseo Nuevo, comerte un sándwich en el Pub del Chani, tomarte la primera copa en El Chalet y el primer baile en la Piscasso, todo esto sin pisar aun ninguna Caseta.
Una Feria a la que podías ir a cualquier hora al Real y siempre había ambiente. Aquellas sesiones Vermú en las que era por la tarde y los que no habían dormido aun, se mezclaban con los que se acababan de levantar para desayunar allí con la primera copa. Un momento típico que perdimos de nuestra Feria, recuperado en las dos últimas ocasiones por la "Asociación Calañas en Re 7ª", y no precísamente porque el grupo que se ofreciera a tocar fuera muy bueno, como podeis ver:
Sí, quizás tuviéramos más habitantes, pero había una conciencia más generalizada de quedarte a salir en tu pueblo, en lugar de salir constantemente de él. No es nada reprochable, porque nosotros no elegimos donde queremos disfrutar, son las emociones las que nos llevan a nosotros al lugar donde las percibimos mejor. Pero hay veces que solo se trata de ponernos de acuerdo, para llevar a cabo lo que todos pensamos y nunca hacemos.
No obstante, creo también que la principal causa de que esas Ferias hayan sido las mejores de mi vida, residen en algo que no tiene nada que ver con esto, y es hacer las cosas por primera vez. La ilusión montar en el Tio Vivo agarrado a tu padre, la primera vez en la que podías quedarte hasta el amanecer con la excusa de que estabas en la maratón de fútbol sala, las primeras risas cómplices en la Diana, el especial sabor que tenían los churros en la Plaza de la Coronada por la mañana y que algunos acompañaban con aguardiente, o esos amores de toda la vida que solo duraban un verano.
Cuando la inocencia de la niñez y la locura de la juventud han repetido cada experiencia como un fotograma proyectado en bucle, las Ferias pierden ese escalofrío en el alma que se tiene al colonizar nuevas maneras de sentir. Cuando te acercas a la Feria, y el sonido fusionado de todo, lo percibes como ruido y no como un bálsamo que te hace vibrar el corazón, entonces quizás acabes saliendo en la Feria, pero no en aquella se quedará a vivir para siempre en tu nostalgia, la Feria de tu vida.
Me has puesto la carne de gallina. Eso era la feria.
ResponderEliminarEsa que todos los años esperábamos a que llegara. Me han llegado todas esas imágenes que describes de golpe. Me he sentido mayor a la vez que realizado por todas esas experiencias vividas en ese pueblo que sin ser el mío lo considero como tal.
Sobre todo por los amigos que allí tengo y que pese al paso del tiempo considero parte de mi familia.
Gracias y disfrutad de la feria.