La quedada fue un éxito, un paseo por las orillas del
río Odiel, entre el rumor de la noche y bajo la luz de la Luna, conversaciones
rompiendo el silencio, aderezadas del sonido del los pasos en el camino, una
temperatura agradable, complicidad, risas, charlas desgranando la historia de
esa ruta de los molinos, que sin duda es mejor hacer a la luz del día para
apreciar cada matiz, de la infinidad de detalles históricos que se ponen ante
nosotros en este sendero, que ahora, perfectamente señalizado y arreglado,
aumenta el glamour que ya por si solo tenía.
Pero de noche esos matices quedan
ensombrecidos, sin embargo, las sombras de
los árboles con las estrellas entre sus ramas, el embrujo de las oscuras curvas
del camino, el ronroneo del río vivo y la Luna, la Luna en el cielo y mirándose coqueta,
en las aguas del Odiel, hacen que recorrerlo en la penumbra, sea una experiencia
íntima, mística, inolvidable.
Fotos: José Juan Hidalgo.
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