La escuela de baile de Isabel Augusto, a la sombra del
molino de viento, bajo la luz de las estrellas y al resguardo de la peña flamenca,
desplegó todo su arte para deleite de los asistentes a su acto de fin de curso.
En una plazoleta llena, donde el público disfrutaba de comodidades como para
tomar una copa y cenar si era preciso en un marco inmejorable, de ambiente y
temperatura.
Sobre un escenario de madera, que estrenaban para la ocasión
y que brillaba como un espejo. Las bailarinas de todas las edades, desde niñas
a no tan niñas, exhibieron arte y tronío, dándolo todo sobre el escenario y
trasmitiendo esa garra y pasión llena de armonía y estética que es el baile flamenco
en sus diferentes modalidades.
El público acabó en
pie, agradeciendo la entrega de las alumnas de Calañas, Huelva y Trigueros y
de su profesora Isabel, que al ritmo de una voz y una guitarra sabias, remató
el fin de fiesta de la primera noche de Julio, un mes que en lo artístico, no
podía haber empezado con mejor pie.
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