Por Manuel Contreras
Nació y creció donde me contaron
que hubo una vez un hospital, de hecho, su casa de toda la vida era la mitad de
aquél, puesto que en la otra mitad me crié yo. Sin embargo por cuestión de
edad, a penas sí lo recuerdo de niño en sus visitas a la familia. Ahora de
mayor he tenido la oportunidad de conocerle mejor. Hace unos días quiso que le
entrevistara para contarme la historia de su enfermedad, de la que ha mejorado
sorprendentemente, incluso para los médicos.
“Si pasa el tiempo, como ha pasado, me pregunto porque me he tenido que
exigir tanto” comienza diciéndome en una charla algo desordenada.
“Yo tendría unos 45 años, empecé a notarme
una serie de irregularidades, como por ejemplo, estaba esperando el semáforo y me quedaba
quieto porque creía que no me daba tiempo a cruzar, pero la gente lo hacía con
normalidad, entonces pensaba ¡Manuel, estás en la inopia! o no quería subir en
el ascensor porque me daba miedo, me fijaba por ejemplo en la marca, cosas que
forman parte de la dinámica diaria, pero sin embargo no era así para mí. Además
yo tenía una serie de dolores y una curvatura en mi espalda mayor de lo normal,
mi mujer pasado unos años me dijo, porque las mujeres nos conocen mejor que
nadie, ¡tú vas a ir a un neurólogo! porque estás muy torpe, estás viejo para tu
edad, entonces allí nada más verme me dijeron que tenía un síndrome parkinsoniano,
y me explicaron que consistía en que las células se mueren y entonces susurré” sonríe
irónico mientras me mira y hace una pausa narrativa “¿Qué dice usted? Me dijo el médico. Nada que si llego a saber esto
con 30 años le doy la razón a Dante, Petrarta y Bosccaccio, los padre de la
comedia que decían que todo era mentira, con lo de sofocones que me he llevado
yo en la vida”
“Después de eso estuve unos días perdido, pero pensé este es un
problema importante, y cuando tengo uno me voy al mar, allí reflexioné y me
dije, me voy a agarrar a la fe, voy a hacer un sacerdocio, por decirlo de
alguna manera, y mi dogma va a ser mejorar mi movilidad y mi memoria, todo lo
que haga falta para no amargarle la vida a mi mujer y a mi hija”.
Me describe con detalle cómo
surgió, su auto-terapia para mejorar la memoria, “Yo he estado colaborando con
asociaciones de acogida de niños, iba para allá y les contaba cuentos a los más
pequeñitos, para entretenerlos. Y veía que eso me hacía bien, el contacto con
los niños, el tener la cabeza en otra cosa” y prosigue diciéndome, “Un día de
casualidad, un buen amigo mío, que es psiquiatra, las paradojas de la vida,
salió de casa y se enajenó, su mujer me pidió que la ayudara a buscarlo, yo
sabía dónde estaba, y allí me lo encontré, en un parque todo lleno de helados y
con la mirada perdida. ¿Qué haces aquí?- Le pregunté- Estudiar el ojo
parabólico de la mosca”. Esas dos experiencias han llevado a Manuel, a realizar
un cómic basado en las moscas, “Mosquilandia” que aúna dos de sus pasiones la
pintura y la literatura.
Imagen de un personaje del cómic "Mosquilandia" |
En la tienda que tenía su padre
aprendió algo que le ha servido para toda su carrera profesional, que todavía ejerce, “el cliente siempre tiene
la razón”. Entonces comenzó a llevar un caparazón delante de los demás de
buenos modos y educación, aunque confiesa, que “su mente estaba en otro lado”,
que en la “soledad se ponía su pijama de fantasía”. “La imaginación es muy
buena para mejorar la memoria” sentencia.
Dibujo de fantasía |
"Nunca quise ser otra cosa que
comerciante", recuerda con cariño su etapa de Arcos, y dice que los clientes son
para él como amigos, ya que le encanta el contacto humano. Aunque, a veces
encuentra dificultades, para tener una conversación interesante.
Entonces, melancólico, me dice
con que necesita del contacto humano y que echa de menos a sus hermanos y a sus
padres,” Me gustaría estar más tiempo con mis hermanos, el roce, el cariño, echo
muy en falta a mis hermanos y a mi madre sobre todo. Las residencias no valen
para nada, el amor de los hijos no los sustituye nadie. A mi padre también lo
echo de menos, pero él se fue hace más tiempo”, con una mezcla llena de
coherencia y ternura me dice refiriéndose a los problemas que se ha encontrado
en la vida, “A veces es necesaria una gota de locura en algunos momentos, pero
sin pasarse, porque uno es más útil cuando usa la lógica”.
A Don Manuel, él me llama así
siempre, la familia le parece lo más importante y dice, no sin razón, que “la familia debe ser un bloque granítico,
muchos problemas se solucionarían hablando en la mesa camilla, en lugar de
contarlos en la calle”. Sin embargo, aprecia enormemente a sus vecinos de la
calle el barrio de “su” Calañas y de La Orden (Huelva), donde lleva casi toda
la vida. Me contaba que Fernanda era como una hermana más. Y a mi abuela la
recuerda con cariño cada vez que habla de ella, me cuenta algún refrán suyo, y
susurra “¡Qué mujer!”.
“Mis vecinos aquí (La orden) me tienen muy vigilado, no
me vaya a perder, o me pase algo, están muy encima de mí siempre, es algo que
quiero agradecer públicamente”.
“El médico me ha rebajado, después
de 13 años, por segunda vez la medicación. Los libros de autoayuda no me han
servido para nada, de hecho creo que se sabe muy poco de mi enfermedad. Yo creo
que respondemos a estímulos, y creo que
además de mi actividad” -no solo realiza tareas artísticas, sino que friega el
suelo de su casa a la vieja usanza, de rodillas, lo que le ha permitido mejorar
su movilidad- “el estar rodeado de cariño me ha ayudado mucho”.
“Aunque soy creyente, la espiritualidad
no me ha servido de mucho en el día a día. Lo que sí me puede es la naturaleza,
una puesta de sol con todo rojo, entonces pienso, que grande debe ser Dios”
Para finalizar me agradece la
oportunidad de dar a conocer su caso, y me dice que para superar esta
enfermedad, Parkinson, es necesaria, además de la medicina, una mezcla de “Disciplina,
imaginación y cariño”.
Una persona versada donde no los halla. He tenido el placer de conocerte hace años.
ResponderEliminarEsas grandes charlas y partidas de ajedrez donde me contabas historias donde prestaba los oídos para entenderlo de la mejor forma posible.
No cambies nunca Manuel, se hercúleo y vigoroso, a sin tu enfermedad no te traspasara, donde tendrás que batallar diariamente troncando la forma de guerrear.
Quería darte las "GRACIAS" por todo y se bienaventurado, te lo mereces.
Un gran saludo de tu vecino Eduardo Castilla.