Yo soy de la Casta, si.
Soy de la Casta Jarillo y de la Casta Yanes. Calañeses los dos, como también mis abuelos.
Él trabajador insaciable, apasionado por su pueblo (no paró hasta poder volver después de años, muchos -tiernos, jóvenes y difíciles- fuera). Amante y amigo de las setas, y ahora, también de las plantas, eso si de su pueblo. De las primeras, 600 especies catalogadas, no son pocas. De las segundas veremos en unos años. Y esto para explicar, como inculcó desde mi cuna el amor por Calañas.
La otra parte que me encastó, es Yanes. Mujer y hembra magnífica, protectora, defensora, luchadora, entregada, abnegada, inteligente, sensible e intuitiva. Trabajadora, muy trabajadora, ante la cual no me queda más que quitarme el sombrero y rendirme a sus pies. Como una navaja suiza, siempre a punto, con precisión inimitable, de hojas afiladas y brillantes, y a la que se le presume el poder de aliviar los dolores tanto físicos como del alma con un beso (doy fe). También Calañesa. Será que la gente buena como ellos, tenían que nacer en Calañas. Así que si, esta es la casta que me engendró y me parió y orgullosa de pertenecer a ella junto a mis hermanos (de buenos ejemplares desde luego de castas personas).
El amor transmitido por ellos hacia esta bendita tierra cuando no vivía aquí, y la oportunidad que me regaló la vida de crecer y enraizarme en ella, junto con la necesidad de luchar tanto a través de asociaciones como de la política, son las razones por las que hoy soy concejal en mi pueblo. Altruistamente Casta.
Mis padres, son además los que me educaron y transmitieron los valores que conozco, aquellos de los que dicen que carecemos esos otros que usan la palabra Casta como mano repleta de dedos acusadores, metiendo en el Cajón de la Intransigencia a todos los que no pensamos como ellos, y sin tener en cuenta, que cuando un dedo acusa, el resto siempre se dirige a uno mismo, mientras usan un discurso estigmatizador extendido y vago.
Yo bebí valores como la humildad, el de la recompensa tras el esfuerzo, el de la justicia, el del placer de las cosas bien hechas, el de la paciencia junto con saber no solo oír, sino escuchar. El de no prejuzgar a las personas, el de la generosidad y solidaridad, el de la fe en lo que haces, el de brillar -en caso de que haya que hacerlo- por uno mismo y no apagando la luz de nadie. Otros como la honestidad, la valentía, saber pedir perdón cuando hay que hacerlo y defender la verdad de uno mismo, aunque ello conlleve entender la verdad de otros. En definitiva, luchar por lo que uno cree, argumentando las causas, no pisando cabezas.
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