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Nuevos tiempos, viejas realidades

Publicado por : elmorante.es a : martes, 25 de noviembre de 2014 0 comentarios
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Por David Jiménez Barrero

A nadie se le escapa que los tiempos cambian, lo hacen, siempre lo han hecho y lo seguirán haciendo. A lo largo de la historia se puede ver cómo ésas modificaciones iban casi siempre asociadas a un progreso y a una mejora de las condiciones de vida.

Sólo tenemos que pensar en cómo nuestros abuelos vivían no hace tanto tiempo, sin agua corriente, sin luz eléctrica, desplazándose en burros o caballos (los más afortunados), con unas condiciones laborales durísimas, con ingentes cargas de trabajo, con jornadas de más doce horas, sin vacaciones retribuidas, y un largo etcétera de situaciones asociadas al trabajo que sólo recordarlas o imaginarlas hacen que se despierte en nosotros un sentimiento de compasión por aquellos y aquellas que tuvieron que soportarlas.

Pero el paso de tiempo, la unión de los trabajadores, la mecanización y otras cuestiones revirtieron la situación notablemente y ya, más recientemente, nuestros padres gozaron de otras condiciones más benévolas. Se empezó a tomar en consideración que ya nunca estaríamos tan mal como antes y se hicieron enormes esfuerzos por formar a una nueva generación, con la intención de que viviésemos mejor que nuestros abuelos y padres.
Lo que a priori parecía algo obvio y natural, contemplando el proceso de cambio como una evolución, ha dado un resultado diferente al esperado. Así, nos encontramos con que la generación mejor formada de España, fruto del esfuerzo de nuestros padres y abuelos, está sufriendo una crisis creada y recreada por las grandes fortunas con el único fin de maximizar sus ya bastante engordadas cuentas de resultados.
Las consecuencias de esta crisis son de sobra conocidas por todos y el presente artículo trata de contemplar esta situación desde otra perspectiva, una más humana, en la que volvamos a ser personas y dejemos de ser un simple número que engrose la lista de parados o, en el mejor de los casos, uno más en una empresa.

La crisis ha venido a instaurar un sistema laboral precario y los medios de comunicación y el triste día a día de cada uno ha hecho que asumamos esta precarización laboral como la única salida…Pero, ¿es ésta la única salida? ¿Debemos entregar nuestros mejores años a la decadencia de no tener un buen trabajo o de ni siquiera tenerlo?
De esta reflexión nace este artículo abierto. El que escribe esto es sólo uno más de tantos que viven y malviven en esta España de gente honrada sin posibles y sin posibilidades… Fruto de sufrir de estas condiciones deben nacer soluciones que poco tengan que ver con las que hasta ahora ofrecen. Soluciones de cada uno de nosotros para todos y no de unos pocos que viven tan alejados de la realidad.
Nuestro principal valor somos nosotros mismos, basta ya de creernos el discurso de que no somos productivos, de que no hay otra posibilidad que ganar cada vez menos, de que si tú no lo haces hay seis millones de parados que lo harán… Basta ya de ingenieros becados con el dinero de todos trabajando de camareros…
No sé cuál será la solución exacta o las soluciones, pero lo que sí sé y de lo que estoy bien seguro, es que no es nuestra culpa, no podemos seguir tristes pensando que quizás seamos nosotros los que no damos la talla o que no hemos sabido adaptarnos al mundo laboral.



Una de las cosas que venden como salida a la crisis es el emprendimiento, fruto de su incapacidad de diseñar políticas de empleo y de la inexistencia de un modelo productivo más allá del turismo. Pues bien, pese a que las condiciones que han llevado a considerar el emprendimiento como eje fundamental de políticas de empleo han sido producto de la ineficiencia sistémica del modelo productivo español, me parece que a día de hoy ofrece una buena oportunidad para, por un lado, dejar de trabajar a cualquier precio, y, por otro lado, aprovechar y desarrollar todas las aptitudes y conocimientos de muchos de los que hoy se han visto obligados a trabajar en puesto para los que están sobrecualificados o que les conducen a un sentimiento de impotencia y desesperación, malgastando sus mejores años con unas condiciones que me atrevería a cualificar de insultantes.
Emprender puede ser una salida de desarrollarse como persona y como profesional, en un área que realmente nos interese, pero, por supuesto, no tenemos que caer en la trampa de que todos tenemos que serlo y de que es la única solución.

Lo más positivo que yo veo de emprender es que, generalmente, te hace esforzarte, seguir formándote, luchando por ser quien te gustaría como profesional y no permitiendo que te avasallen como un animal, siendo poco más que un número. Ante todo somos personas y merecemos políticas hechas para personas.

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