José María Ortega.
Probablemente todos conozcamos la preciosa gruta de las maravillas en Aracena, o hayamos oído hablar de la ruta de los pueblos blancos en Cádiz, seguro que todos conocemos las maravillosas playas de Huelva. Hay pueblos y ciudades que poseen por su situación geográfica o por su bien conservado legado arquitectónico un gran potencial turístico, e indudablemente unos suculentos beneficios económicos por ello. Realmente ningún pueblo se mantiene del turismo exclusivamente pero si puede aportar o bien una parte importante de su economía o pequeños ingresos que poco a poco van suponiendo enriquecimiento y mejora de su economía.
Turismo ¡qué mala suerte! Aquí no tenemos ni playas, ni grutas, ni nada, ¿o quizás si hay algo?
Digamos que en este artículo voy a meterme a publicista y voy a intentar atraer a Calañas a personas que la desconozcan y que hagan turismos por nuestra tierra atraídas por sus encantos. Poco más o menos voy a “venderles la burra”.
¡¡Visite Calañas!! Estamos a una hora de Huelva, a una hora de Sevilla, a una hora de la playa, a una hora de la sierra, a una hora de Portugal, en un rincón del Andévalo donde tenemos un bien muy preciado, la tranquilidad y además, aderezado de una excelente hospitalidad. Mientra esté en nuestro pueblo podrá degustar todos los manjares del cerdo ibérico y las maravillas de la costa de Huelva, en nuestros excelentes bares, también podrá visitar en un corto paseo las fuentes naturales donde antaño, venían las mujeres con sus cantaros a por agua y podrá usted mismo, beber la exquisita agua cristalina y pura que brota de la fuente García y de la preciosa fuente León, donde, en su parte superior, hay una coqueta pista de baile donde usted podrá danzar, al son del canto de los jilgueros y ruiseñores que revolotean por los huertos que la envuelven. Podrá ver el caudaloso manantial de la charca el Lavadero en el que durante todo el año no cesa de brotar el agua que llena dos abrevaderos donde aun, en la época estival, viene el ganado a saciar su sed. Podrá bañarse en el dique del Calabazar, precioso pantano que abastecía de agua a las minas de la zona y que cuenta con salvajes orillas y preciosas islas, todo junto a un olvidado pueblo árabe. Si lo desea podrá disfrutar del encanto de los pueblos mineros y ver las espectaculares cortas, de las minas a cielo abierto, que remontan sus orígenes a la época romana. Si nos visita no puede dejar de ver uno de los rincones de devoción Mariana más antiguos de España, donde podrá entregarse en plenitud al fervor de la virgen de Coronada, que posee una hermandad con más de trescientos años de antigüedad y una historia de devoción constatada que se remonta a principios del siglo XV. Junto a la ermita de la Coronada se encuentra una de las ermitas más antiguas de este país, la de la virgen de España, que data del siglo VI y donde murió el último rey godo, Don Rodrigo, todo esto, bajo la atenta mirada del puente antiguo y de las arenosas orillas de río. También le aconsejamos que se acerque una mañana, a nuestra preciosa estación y emprenda un romántico viaje en tren, al corazón de la sierra o a la Huelva conquistadora, en este viaje de ida y vuelta podrá divisar los ciervos, que abundan en el coto de caza del Cobujón, y atravesar el río Odiel pasando por el colosal puente de la Alcolea, así como cruzar túneles y montañas llenas de castaños y alcornoques. Por supuesto no puede dejar de merendar en los merenderos del Peñasco o del Morante, atalayas naturales donde se pierde la vista en el horizonte y los atardeceres rozan lo sublime y después, cenar en la plaza, mientras contempla la remozada iglesia del siglo XV y la preciosa plaza de abastos ahora convertida en museo, y, por supuesto, no puede dejar de pasear por los jardines del Paseo Nuevo y disfrutar del ambiente de las terrazas que rodean, el diáfano real de la feria.
Y si lo que te va es la aventura, atrévete con la vía ferrata que surca las paredes verticales del Morante y disfruta del aire puro entre lentiscos y acebuches, y, embárcate en la ruta de los molinos, camino que hacen todos los años miles de personas y que por un camino de época medieval, que surca la orilla del río Odiel podrás trasladarte en el tiempo, contemplado molinos y batanes que estuvieron funcionando algunos, desde el medievo hasta pasada la guerra civil. ¡¡Visita Calañas!! ¡¡No te lo puedes perder!!
¿A que alguno picaría? Sí, porque nada de lo que conté es mentira, aunque tampoco dije toda la verdad. Y después de que llegasen nuestros turistas quedaría lo más difícil, y es que hablaran bien de lo que vieron y sintieron, para eso haría falta arreglar y adecentar el dique, las fuentes, los merenderos, la charca, los accesos etc. Pero hay que recordar que el mérito es tenerlos, arreglarlos es lo sencillo, y no podemos culpar de forma incondicional, a nuestros gobernantes y lavarnos las manos, esto es un poco de todos cuidar lo que tenemos valorarlo, mirar con ojos de cariño y orgullo las cosas que vemos día a día. Seamos sinceros, nunca podríamos vivir del turismo, pero quizás algunas de las personas que bajan de la sierra al mar o, suben de la costa a la sierra podrían pararse a ver Calañas y descubrir sus pequeñas maravillas, dejando aquí uno euritos. Sólo se trata de darle el justo valor a las cosas que tenemos, cuidar como se merecen las “joya” que poseemos y, por supuesto, saber vender la burra.
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