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No hay pan...

Publicado por : elmorante.es a : miércoles, 29 de octubre de 2014 0 comentarios
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Manuel Contreras

Llevamos años viendo un desfile infinito de presuntos corruptos por toda la geografía española, pero los dos últimos meses han supuesto una explosión en este sentido. El caso Puyol, las tarjetas black, la red púnica y hasta un presunto "friki" como el "pequeño" Nicolás. A los que se suma los Malaya, ERES, Gurtel, Urdangarines, y  así hasta sumar 1600 causas abiertas en la actualidad. 

Este último hecho deja a las claras que no se trata de algo aislado. La trama de corrupción alcanza a la estructura de los partidos convencionales, fundamentalmente PP y PSOE, sin olvidar a los nacionalistas. Y da la sensación de que todo está turbio. Sin resultar extremo, estos partidos deben de desaparecer tal y como los conocemos, seguramente tardemos años en que la sensación de credibilidad vuelva a estar unida a ellos. 

No me conformo con la explicación de Rajoy, ha tardado demasiado tiempo, no le creo y entiendo que está tan sucio como el PP, es parte del partido financiado ilícitamente, el mismo al que pertenecía su íntimo amigo Barcenas. No ha medido bien los tiempos, no salió en su día a condenar los casos de corrupción, y para colmo, ya ni nombra a las personas implicadas.

Por parte del PSOE, la estructura engulle a Pedro Sánchez, suena a verdugo obligado por las circunstancias, aunque es justo decir, que al menos ha actuado rápidamente. Sin embargo, su pasado en Caja Madrid deja una cierta duda, es hijo del antiguo PSOE.

Puebla. ABC (30/01/2013). 

Los ciudadanos tenemos la sensación, o al menos yo la tengo, de que hemos vivido una época en la que pertenecer a un partido o tener ciertas amistades en él, valía más que el esfuerzo o la formación. De que era posible hacer "carrera política" más que por el compromiso social por una cuestión de rentabilidad personal. Las macroestructuras políticas lo permiten y todos los que se abrigan bajo ellas, desde el último afiliado al secretario general son corresponsables de los resultados finales, de los buenos, pero también de los malos, como la corrupción. 

Por ello debe haber un cambio profundo que debe partir desde la base y llegar a lo más alto, en el que el político no se vea obligado a convencer a su jefe inmediato dentro del partido para ascender o tener un cargo, sino que ésta sea decisión exclusiva de los ciudadanos, como evaluadores de su gestión y/o propuestas. Es preciso, por tanto, que las listas abiertas no sean una extrañeza sino una norma y que la transparencia de las organizaciones sea una obligación, su máxima. 

Sin ello, seguiremos con la vieja política, a mí ya no me apetece que me sigan robando y poniendo obstáculos mediante enchufes o derivados.  No sé qué piensas tú.





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