El asesinato el pasado lunes de la Presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, y las diferentes reacciones que se han producido en el seno de la sociedad, han puesto de manifiesto la vulnerabilidad por la que atraviesa la concepción de la Política en general y del ser político en particular, y es que, en efecto, la Política en este país, lo que se dice bien considerada, no lo ha estado nunca.
Isabel Carrasco en una rueda de presa de la Diputación de León. cepedacepeda.blogspot.com |
A raíz de tan lamentable suceso, cada uno, como usuario de redes sociales, hemos visto desfilar ante nuestros ojos un amplio abanico de reacciones en las que ha cabido de todo: desde el más profundo y sincero rechazo y condolencia, hasta la más profunda y sincera defensa del mismo como solución a todos nuestros problemas (y es que el chico detenido en cuestión se despachaba a gusto -lo que no sabría es lo que vendría después de su desahogo).
Los factores que explican tamaño descontento generalizado hacia nuestras instituciones y representantes son múltiples y nos pueden hacer retroceder en el tiempo varios cientos de años; pero la finalidad de esta opinión no es la de dar una lección de Historia (para eso están los libros), sino la de hacer entender un poco mejor las desastrosas consecuencias que tal descontento puede tener en el Estado de Derecho. A raíz del comienzo de la crisis económica que atravesamos, esta aversión ha ido creciendo cada día por la sucesión de sobres, amiguismos, cuentas en Suiza, financiaciones 'B', palacetes de lujo, jubilaciones ilegales… y así sucesivamente, mientras los ciudadanos pagamos los costes de una mala administración viendo recortados nuestros bienes y derechos, ¡Cómo para no estar cabreados! Y es que la clase política se ha convertido justamente en eso, en una clase social más, apartada de la sociedad a la que tiene que representar, movida por intereses individuales o partidistas que nada tienen que ver con los intereses de la Sociedad en su conjunto, los únicos intereses que deben de tener como representantes.
Pero, ¿acaso toda la basura que hay en los despachos oficiales justifica un asesinato? Señores, no nos confundamos, el que estemos hastiados de tanta ineptitud no es óbice de que justifiquemos un crimen; no se puede ser demócrata –liberal, progresista, de izquierdas o derechas… todo cabe- y aprobar un asesinato, y si es así, entonces estamos asistiendo al propio funeral de la Democracia. Una sociedad que no se siente representada deslegitima por derecho a sus propios gobernantes, pero también hace que caigamos en el sopor, en el descontento y de ahí a la pasividad, dando entonces “carta blanca” a sus políticos para hacer y deshacer… pero esto me lo guardaré para otro día.
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