Por elmorante.es
María Dolores Almeyda. |
Un nuevo relato de nuestra amiga y gran escritora "Lola". Una curiosa y reflexiva conversación entre nieta y abuela:
“Di que sí, Valentina. Sé la mala. –voy pensando yo mientras dejo que me conduzca entre los arriates del Jardín Botánico- Al menos mientras aprendas a defenderte"
A paladear letras.
Valentina
-Abuela, ¿sabes qué?
-Qué, dime qué.
-Soy divina y rockera.
Está deseando ser mayor, tanto como su hermana, pero
tiene muy claro que no puede crecer de prisa ni alcanzarla. Ella cree que el
proceso es lento, que todo pasará lentamente, pero lo que no sabe es que antes
de estar mentalizada para la espera, ya habrá crecido más de lo recomendable y
lo habrá descubierto casi todo.
-Tengo un amigo marrón, abuela, se llama Omar, tiene
el pelo rizado y se mete los lápices en el pelo y el dedo en la nariz, quiere
ser mi novio, pero es que a mí me gustan más los niños rubios…
Imparable, incapaz de estar callada unos minutos, con
sus seis años que ya le parecen suficientes para opinar de casi todo, cogida de
mi mano, apretando mis dedos, dándome calor, un calor distinto al que llevo en
la mano derecha, enguantada y negra.
-Tengo que decirle a Omar
que estás aquí y que ya no me tire más del pelo porque si no mi abuela se
enfadará con él.
Como si la abuela fuese su
adalid, su heroína protectora, la abuela de Piolín, alguien a quien la edad y
la categoría familiar subió a un pedestal y su misma fantasía le imprime un
carácter de personalidad importante
-No me gusta que me hablen
con la voz aguda, abuela. Se creen que soy una niña pequeña. Cuando dicen así,
poniendo la boca chica, qué bonita, qué bonita, ya casi sabrás leer, ¿verdad?
¡Me aburren!...
Pequeña donde yo diría
chica. Rockera donde yo pondría ye-ye.
Marrón lo que yo pintaría de negro. Relatora incansable de palabras donde yo
pongo el silencio. Proyectos de crecer en varias direcciones donde a mí sólo me
queda reflexión y recogimiento. Estatura
que se eleva día a día junto a otra que empequeñece de igual modo. Sorpresa
frente a hastío. Ilusión junto a cansancio disimulado apenas, lo justo para
seguir andando un poco más.
-Abuela, los niños no se
meten los dedos en la nariz, ¿verdad?
-No, claro que no.
-Abuela, ¿sabes qué?
-Que, dime qué.
-Es fenomenal… --gesticula
con todos los músculos de la cara mientras habla—no te lo puedes creer, pero la
malvada Davinia es una vam-pi-ra –y separa las sílabas recalcando la palabra.
-¡No!
-Esa soy yo.
-¿La vampira? ¿La malvada?
-Sí. –rotunda.
-¿Y por qué quieres ser la
mala?
-Para que ningún niño me tire de los pelos.
“Di que sí, Valentina. Sé la
mala. –voy pensando yo mientras dejo que me conduzca entre los arriates del
Jardín Botánico- Al menos mientras aprendas a defenderte. Sé la mala para
mantenerlos a raya. Guarda esa sonrisa maliciosa para cuando seas mayor. Pero
aprende a enseñar tus pequeñas garras para que ellos se vayan enterando; no te
dejes vencer por el primer tirón de trenzas; defiéndete, sé la mala, la malvada
Davinia”.
Porque las cosas no están
mejor de lo que han estado nunca. Porque siguen pasando las mismas cosas y
seguimos manteniendo la misma postura ante ellas, haciendo los mismos
planteamientos. Y mucha culpa de ello la seguimos teniendo nosotras, las
mujeres. Pero me callo, guardo silencio junto a ella y no le digo nada. Ya
tendrá tiempo de saber. De todas formas creo que ella tiene claros los
conceptos. No va a consentir que ningún Omar moreno y ningún Iván rubiales le
vuelvan a tirar otra vez de las trenzas. Para ello ya tiene a su personaje
elegido.
Tan pequeña y cómo sabe
atrapar mi mano para que yo no me pierda. Me siento segura yendo de su mano,
aunque al final nos perdemos por los vericuetos del Jardín.
Me recomienda calma para
salir de entre los setos, sabe que todos los caminos llevan a la salida o a la
entrada. También sabe que para ser mayor no puede ir más de prisa, que por
mucho que quiera no será más alta ni tendrá la edad de su hermana cuando se levante
por la mañana.
De igual modo yo sé que no
puedo ir más despacio, y que aunque lo intentara no conseguiría detener el
tiempo. Ella me llevará a la salida del jardín Botánico y yo la defenderé de
las escaramuzas de sus amigos compañeros del colegio, llamados como se llamen.
Definitivamente, las cosas
están claras entre nosotras.
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